domingo, 17 de diciembre de 2006

"Vengan pronto, quédense hasta tarde"

Así reza el cartel que cuelga sobre la puerta de uno de los salones de cabaret donde actuaba la Venus Rubia, mitológico alias de la siempre glamourosa Marlene Dietrich, y título además de una de las tantas películas de Josef von Sternberg protagonizadas por la berlinesa.

Hace ya más de una semana que vi la cinta ('Blonde Venus', 1932) en la Filmoteca Regional Paco Rabal, un lugar que, por cierto, recomiendo a todo aquel amante del cine.

Era sábado. Acababa de salir del periódico y no se atisbaba en el horizonte ningún plan demoledor. Es más, prefería ignorar cualquier resquicio de noche autodestructiva. Llevaba ya unos pocos días sobrevolando dócilmente el espacio/tiempo… viviendo la vida con cierta tranquilidad, digamos. El caso es que no quería truncar la apacible dinámica en el final de la semana. Una buena película en soledad se antojaba como la mejor manera de desoír los cantos de sirena, el llamamiento siempre sugerente y sutilmente perfumado de ese retorcido ritual que es la noche, en su sentido más libre.

Sigo contando…

Hace más de una semana que vi ‘La Venus rubia’ y aún persiste en mi memoria la imagen de la Dietrich: figura esbelta, de angulosas y hechizantes facciones, cuerpo casi etéreo que parece desprender un halo de… no sé, llámalo elegancia, glamour, sobriedad, gélida sensualidad (si se puede expresar de esta forma)… todo ello mezclado como si se tratara de un cocktail dulcemente fatal.

La Dietrich quiere salvar a su marido, atacado por una enfermedad que sólo puede curarse con un tratamiento muy caro, tanto que la berlinesa tiene que volver a trabajar como cantante de cabaret (no lo había dicho, pero la chica era cabaretera antes de casarse) para así poder pagar la cura de su querido marido. Las intenciones de la Dietrich son loables pero, ¡ay!, no contaba con las trampas de un destino disfrazado de Cary Grant y, ¿quién puede resistirse al bueno de Cary?

No voy a contar a la muchachada blogotroter nada más. Prefiero dejar esto así, dando solamente unas lacónicas pinceladas que sirvan (si es que es posible) como aceite estimulante para vuestra corrosivas mentes.

Hasta la próxima.


(Incluyo uno de los carteles de 'La Venus rubia')

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