viernes, 8 de diciembre de 2006

El instinto forastero, el pensamiento indomable

Que me parta el pecho la rabia
y corra a borbotones
por los yermos y desabridos caminos
de vuestras previsibles conductas.

Que no coagule este coraje en mis entrañas,
pues no conoceríais de qué madera
está labrado este varón
encallado en el puerto del olvido.

Por mis venas se filtran
forasteros instintos
que quieren salir por los surcos de mis manos,
curtidas en solitarios oficios.

Arrancaros las abúlicas pústulas
y dejad que la sangre hierba.
Que estos versos,
aunque parezcan indolentes,
sufren tanto
como vuestros pensamientos indomables.

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