domingo, 20 de enero de 2008

Trombas de colchoneros

Trombas de colchoneros bajan por el Paseo de las Acacias, Gasómetro, Doctor Vallejo Nágera… El Calderón está que arde. Es tarde de fútbol. Diré más, es tarde de CLÁSICO, de DERBY… los de Aguirre y los de Schuster se verán (de nuevo) las caras en unos minutos.

El barrio está impracticable: los coches invaden las aceras y aparcan en medio de las calles –me quedo atónito cuando veo una hilera de vehículos que atraviesa Gasómetro-.

La gente luce con orgullo bufandas, banderas y camisetas del equipo del 'Kun'. Entonces, uno se contagia un poquito de la pasión futbolera. Y te asaltan recuerdos de la infancia. Por supuesto que hace unos años me habría abrigado con otro tipo de pañuelos; siempre fui del bando merengue. Pero, ver cómo todas esas personas bajan por las calles con la ilusión en la cara, me hace inevitable participar de la comunión rojiblanca. Entiéndase bien: no soy un chaquetero. En mi familia paterna siempre hubo tradición colchonera, y supongo que por eso siempre he sentido respeto y admiración por EL ATLETI.

Ojalá mi abuelo Julio estuviera aquí...

domingo, 13 de enero de 2008

Carne frágil y supurante

A veces es como una resaca constante. Semana tras semana,
la cerveza rompe en olas en mi gaznate y el humo impío de
los cigarrillos asedia mi ropa.

No hay mucho tiempo para detenerse a pensar. Las pocas horas de descanso vuelan raudas con sesiones nocturnas de sofá y películas; anárquicos lapsos guitarrísticos; deseos frustrados por las inquebrantables circunstancias del presente; pensamientos y remordimientos bajo la ducha; lecturas esporádicas de libros y revistas.

Escucho 'Tom Traubert’s Blues' y dejo que la voz desgarrada de Tom Waits punce mi corazón, carne frágil y supurante.

Canciones para escuchar a solas... ésa es la gracia y la condena.

'Tom Traubert's Blues', Tom Waits
(interpretada en 1977 en el programa The Old Grey Whistle Test.
Versión original incluida en el disco Small Change, de 1976)

sábado, 12 de enero de 2008

Exquisito desayuno

Me duele la cabeza. ¿Qué espero después de haber vuelto a casa a las ocho de la mañana con unas copas de más en el cuerpo?

Me levanto a las 14.00 y me embuto en el ‘uniforme del resacoso’. Elegirlo no entraña gran dificultad, tan sólo hay que despertarse en un estado lo suficientemente perjudicado para lograr ese gusto horrible a la hora de combinar la ropa. Obviamente, esto se puede resumir en una expresión más sencilla con sede en la sabiduría popular: ponerse lo primero que pilles.


Consciente de poseer la citada habilidad, abro el armario y, sin pensarlo mucho –condición fundamental para elegir el susodicho vestuario-, alcanzo un pantalón de chándal color azul marino y una camiseta a rayas sienas y blancas. Para los pies, unas viejas zapatillas que hace años presumían de un refulgente naranja butano; ahora se muestran reblandecidas y grisáceas como la chabola de cartón de un matrimonio yonki después de un día de lluvia.


Salgo de la habitación. Constato que mi sistema psicomotriz está ligeramente trastocado: andar, una cosa tan sencilla como dar un paso y después otro de manera consecutiva, se convierte en una tarea complicada. Vacilo. Agacho la cabeza y miro mis destartaladas zapatillas, después, enfilo mis ojos irritados hacia el cuarto de baño. Una náusea me revuelve el estómago; en ese mismo momento recuerdo que hace cinco segundos he agachado la cabeza. Una mala idea, sin duda, aunque, por lo menos,

no he perdido memoria a corto plazo.
Una vez en el cuarto de baño, sabes que es mejor no mirarte

al espejo. Sin embargo, te miras. Presumido y narcisista hasta en los estados más demacrados del ser.

Entro en la ducha. El agua tibia me sirve de purga para sacudirme las secuelas de la nocturnidad. Me enjuago la cabeza mientras los recuerdos de la noche se me agolpan entre sien y sien: comida turca, ríos de cigarrillos, ‘La Catrina’ y sus daiquiris, viejas calles de vientos cortantes, Eddie Jefferson entonando ‘Psychedellic Sally’, policías haciendo la ronda, más ríos de cigarrillos… Y en el fondo del camino, el ‘Tony 2’ con toda su fauna, su piano; sus pianistas; sus cantantes de poderosos vibratos; sus bailes al ritmo de boleros, pasodobles y pop casposo; sus elegantes camareros llevando bandejas con vodkas, rones, güisquis, cervezas… En las profundidades del ‘Tony 2’ es inevitable convertirse en una animal más de la noche. Qué delicia acomodarse en sus gastados sofás de terciopelo rojo y saborear un vodka con limón. Cuando quieres darte cuenta, ya te has rendido a lo evidente: un poderoso sentimiento de comunión entre tú y todas esas almas nocturnas que te rodean.

Termino de aclararme la cabeza. Esbozo una sonrisa y me río para mis
adentros de los propósitos del nuevo año, que es tan
viejo lobo como el que murió hace doce días.
Salgo de la ducha. Tengo el cerebro frito, repito la misma canción y relativizo la vida. Hoy es lo que hay. “Maldito zorro”, me digo riéndome entre dientes, “esta noche te lanzarás de nuevo a la calle”. Un escalofrío me recorre la espalda mientras vuelvo a ponerme el uniforme del resacoso. Salgo del cuarto de baño y allí, bajo las escaleras, me embriaga un delicioso olor a cordero asado.
Mmmm... Exquisito desayuno.

martes, 1 de enero de 2008

Despertar con la Winehouse

El día de Año Nuevo amanezco a las 15.30. Intento abrir un ojo y pienso: "¿A qué hora he llegado a casa?" Vuelvo a hacerme la misma pregunta, pues incluso mis pensamientos hablan con boca pastosa y cansada.

Logro abrir los dos ojos. Respiro el aire viciado y denso de la habitación: el tabaco, el alcohol, el sudor.

Por fin salgo de la cama, no sin antes reflexionar sobre mil gilipolleces que no vienen al caso dadas las circunstancias en las que me encuentro.

Levanto la persiana y abro la ventana de par en par. Saco mi brazo desnudo al exterior, como si pudiera arañar el azul del cielo y cortar los rayos de un sol cítrico.

Vuelvo la espalda a la ventana y miro a la pared mientras tengo una certeza: quiero escuchar algo de música. Pero una nueva reflexión me asedia: "¿Cuál sería la primera canción del año?" No me atasco. Lo tengo muy claro: 'Tears dry on their own' de Amy Winehouse.





Me apoyo en la mesa rindiéndome a la voz de Amy, a su manera de entender la música, a los arreglos instrumentales… a la canción. ¡Qué descubrimiento la Winehouse! Escuchar su último disco, ‘Back to black’, es como retrotraerse al soul-pop de los sesenta, a las producciones de Phil Spector para las Ronettes… Un día tras otro no dejo de embriagarme con el sonido vintage de las canciones de esta híbrida entre Aretha Franklin y Sarah Vaughan.

Pobre Amy, carne de contradicción: en apenas un año ha saboreado la gloria y la miseria. Mientras la crítica especializada aplaude sus discos –sobre todo el ya mencionado ‘Back to black’-, la prensa del corazón hace caja con su turbulenta vida privada: drogas, alcohol, peleas a puñetazo limpio con su marido, lapsos depresivos y clínicas de desintoxicación –“Quisieron llevarme a rehabilitación y yo dije: no, no, no” canta Amy en ‘Rehab’, tema que abre su último álbum-.

Sólo espero que la anécdota y el comentario morboso no se coman la, por ahora, breve pero intensa carrera de la Winehouse. De momento, ya se sabe que habrá nuevo disco para 2008, y ésa es la primera gran noticia que me regala este imberbe año.



'Tears dry on their own', Amy Winehouse




'Back to black', Amy Winehouse